lunes, 8 de diciembre de 2008

¿Sugestión?


¿SUGESTIÓN?

Son las nueve de la noche y una lluvia poco intensa pero fría cae suavemente sobre mi cabeza. En la calle no se ve ni un alma. No hay niños jugando, ni parejas paseando, ni un grupo de amigos charlando. Absolutamente nadie. Me siento sola y asustada. No sé por qué exactamente. Llevo los dieciséis años de mi existencia pasando por estas calles y sin embargo hoy, las siento más sombrías y diferentes que nunca. Tal vez sea por la sugestión que me ha producido la película de suspense que estaba viendo antes de salir de casa o tal vez no. A lo mejor, hoy sin haberme dado cuenta, ha cambiado mi percepción de las cosas. No lo sé. Ahora lo único que sé es que llueve, que la calle está más oscura de lo normal y que tengo la extraña sensación de que alguien me observa o me sigue, o ambas cosas. Por un momento, me paro a pensar que pasará si de verdad me sigue alguien. Las distintas opciones de lo que podría ocurrir en ésta, la tajante vida real, son todas muy deprimentes y trágicas. Sigue lloviendo y el ruido de la lluvia al chocar con los cristales de las casas se mezcla con otros ruidos de los cuales no soy capaz de identificar su origen o causa. Sigo caminando cada vez más deprisa. Siempre mirando hacia todos los lados y procurando no resbalar con mis húmedas botas.

En la película que estaba viendo antes de encontrarme en esta peliaguda situación, también había una chica, la más típicamente conocida como “damisela en apuros”. Entonces, cuando se acerca el trágico final de la tajante vida real, que en la película no es tan real, aparece el chico, el más típicamente conocido como “caballero andante” “príncipe azul” o “valiente héroe” que la salva. Que predecibles pueden llegar a ser las películas… pero qué queréis que os diga; es muy difícil ser original en un mundo en el que ya se ha inventado todo.

Pues bien, ahora en mi situación, en una calle oscura y desierta y escuchando extraños sonidos a mi alrededor yo ocuparía a la perfección el rol de “damisela en apuros” el problema, es que estoy segura que mi “caballero andante” no está pendiente de mí en estos momentos y que me encuentro totalmente desprovista de protección… qué le vamos a hacer, no todas nacemos para ser damiselas en apuros. Y desde luego, mi principito está apagado o fuera de cobertura en este instante. Sigo caminando, acercándome cada vez más a mi domicilio que ya puedo observar al final de la calle. No obstante, sigo sintiendo que alguien me observa desde algún lugar y que va a abalanzarse sobre mí en cualquier momento.

Pero, ¿Y si me equivoco? ¿Y si no es el malo de la película el que me está acechando y es mi “caballero andante” ya con cobertura? ¿Y si de verdad hay alguien que vela por mí y para quien mi vida significa más que la suya propia? ¿De verdad puedo ser tan estúpida para pensar que a alguien le importe mi seguridad aparte de mi madre que me espera preocupada en casa? Sería maravilloso pensar que la “tajante vida real” se vuelve a veces como en las películas y que un misterioso personaje apareciese ante mí para salvarme porque me quiere incondicionalmente y porque ha visto en mi cosas que ni yo ni nadie ha visto.

De repente, oigo un fuerte chasquido. Miro a todos lados pero no hay nadie: ni el villano, ni el príncipe…nada. La lluvia empieza a caer más intensamente y ya sea que mi sugestión va en aumento o ya sea porque realmente hay alguien al acecho, empiezo a correr muy rápido, casi con desesperación. Estoy a escasos metros de mi casa, pero no ceso de correr, tampoco miro atrás por lo que me pueda llegar a encontrar. Busco las llaves con torpeza en el bolso, que se me cae al suelo, haciendo más ruido del que pudiera imaginar, las llaves siguen sin aparecer. Me da la sensación de que algo se acerca al otro lado de la calle. Por fin encuentro las llaves que sostengo entre mis manos por un momento. ¿Y si esperase un instante? ¿Y si a lo mejor las películas no son tan películas y lo que supuestamente se está acercando a mí no es más que una aventura de esas que sólo pasan en las novelas de adolescentes y que por mi propia cobardía voy a perder? Sólo tengo que aguantar un poco más. Sin embargo, en ese momento se escucha un fuerte estruendo… probablemente un trueno de la tormenta que pronosticaban para esta noche. No lo soporto más, sea lo que sea lo que me espera al otro lado de la calle, no estoy dispuesta a esperar a que llegue hasta mí. Meto la llave en la cerradura con las manos temblorosas y abro la puerta. Acto seguido, entro precipitadamente y doy un estridente portazo. “Cariño. ¿Eres tú?”. Me sorprendo a mi misma sentada en el suelo, abrazando las rodillas y empapada por la lluvia. ¿“Cariño…”? La voz de mi madre procedente de la sala me despierta del “shock” que el propio pánico me ha causado. “Síi, ma… mamá, soy… soy yo” puedo apenas contestar. Me levanto con cuidado un poco mareada y me miro a mi misma reflejada en el espejo del hall.

Ante mí hay una adolescente de dieciséis años, alta, de morenos cabellos rizados con gafas de montura ancha, empapada de los pies a la cabeza y con cara de haberse llevado el mayor susto de su vida. Me río de mi propia idiotez. Que ingenua he sido. Subo las escaleras hacia el salón todavía riéndome por lo bajo, donde mi madre me espera para echarme una muy merecida bronca por no haber llevado un paraguas con la que caía. Después de repetidos “Lo siento…” y “cuando salí aún no llovía…” entro en mi habitación que no tiene mucho mejor aspecto que el mío propio… Y pensar que hacía unos instantes estaba corriendo como una loca por miedo a que me raptasen y que tenía esperanzas de que a alguien le importase una niñata asustada como yo. A veces, me sorprende lo imbécil que puedo llegar a ser… Mientras me quito la ropa mojada y me visto el pijama, me percato de que mi ventana está medio abierta. Otra vez esa estúpida sensación de sentirme acompañada se apodera de mí, sólo que ahora estoy en mi habitación y esa posibilidad es casi insostenible. Con paso decidido, voy hasta la ventana… estoy harta…si ese maldito caballero andante o villano viene a por mí que haga lo que tenga que hacer y que me deje en paz de una vez. Llego hasta la ventana y la abro de par en par. Miro a un lado y al otro: al dormir en una buhardilla no veo más que los tejados de las vecinas en la penumbra, pues todo está muy oscuro.

Nada, me insulto a mí misma una vez más en voz alta por mi estupidez y cierro la ventana de un portazo. Recojo de mala manera mi habitación y me acomodo en mi cama a leer el libro que había dejado a la mitad anoche… ¿Dónde me había quedado…? ¡Maldita sea…! en la parte del rescate de Lily, la protagonista…Sigo leyendo… ¿Ahora que pasará…? Oooh, el beso con James ¿¿¡¡COOMO NO!!??

Ya está, definitivamente cierro el libro frustrada ¡Basta de leer literatura juvenil! A partir de ahora leería únicamente libros de historia del mundo…realidad pura y dura, sin villanos, ni caballeros andantes que te salvan de una más que segura muerte, ni aventuras, ni nada de nada. Coloco el libro en la mesilla de noche y me dispongo a apagar la luz cuando escucho unos toquecitos suaves en la ventana. No puede ser, me giro perpleja dispuesta a encontrarme al mismísimo James que ha dejado a Lily por mí… pero, una vez más… la “tajante realidad”: en la ventana no hay absolutamente nada.

“Tal vez esté encima del tejado…” pienso. ¿Y si abro la ventana y me asomo aunque solo sea un poqui…? ¡NO, NO y NO! Basta de hacer el idiota por hoy. Apago la luz y me quedo enfurruñada bajo las sábanas esperando a quedarme dormida y que el nuevo día me libere de este atontamiento fantasioso. Me repito una y otra vez que no sea ingenua, que no fue más que el viento, que a nadie le va a importar lo que a una adolescente del montón como yo le ocurra, que no sea estúpida, que en la vida real esas cosas no pasan…” Escucho tres golpecitos más en la ventana…



“¿O sí pasan?”






Leyla.